lunes, 18 de febrero de 2008

De subidas y bajadas


Casi siempre deseamos encontrarnos con una bajada. Con una cuesta abajo que nos haga el camino más sencillo.



Sin embargo, también hay veces en las que las cuestas hacia abajo son las peores. Una vez que ya estás en ella y que vas a una cierta velocidad, es más difícil parar. No se puede frenar en seco. Todas las circumstancias apuntan a que finalmente, te precipitarás. Es lo que la velocidad hace. Y si sientes miedo, la cuesta abajo se hace aún peor, porque todo pasa aún más rápido.



Sin embargo, si sabes que ese final llegará, que tienes claro cual es, en realidad no merece la pena alargar más la subida. Aguantar la carga hasta la cima quizás no haga falta. Quizás cuanto antes pase, antes quedará atrás.



Creo que lo que tengo que buscar, son manos que quieran cogerme en el momento en el que me precipite. Manos que sean capaces de saber que tendré miedo, y que aún así quieran sostener las mías.



Manos dulces que me den calor cuando tenga frío y manos fuertes que sean capaces de quitarme el miedo de la oscuridad.



Intentaré tenerlas para cuando llegue el momento. Mientras, sigo cargando en la subida, de camino a una bajada que encontraré precipitada y abrumadora.