Hace muchísimo tiempo que no entro y muchísimo más que no escribo... me ha sorprendido incluso que esta página siguiera viva, intacta al paso del tiempo. Que los sentimientos que tenía en el momento de escribir estas divagaciones, al releerlas, siguieran latentes muy dentro de mí. Quizás ahora mismo demasiado dentro. Pero ahí siguen. Porque esta persona era yo. Porque esta persona sigo siendo yo.
Hasta hace poco tiempo si me hubiera tenido que describir me hubiera descrito como una gota. Una gota sería, sin duda. Una gota de esencia, de mí. Dentro de esa gota estaría todo lo que me definiría, todo mi ser. Una simple gota, que al tocarla, te transportara a todos lados sin mover los pies del suelo.
Sin embargo anoche, mientras intentaba dormirme, pensé que soy una cebolla. Sí, he dicho una cebolla.... Una cebolla, con mil pieles por encima. Con una capa tras otra. Capas que me he ido poniendo yo misma. Una capa de miedo. Una capa de rencor. Una capa de envidia. Una capa de pena. Una capa de dudas. Capas.. y capas.. y capas...
Pero en lo más profundo de mí sé que debajo de esas capas sigue estando esa gota. Sigue ahí esa esencia.
Da miedo enfrentarse cara a cara con cada una de esas capas. No sirve con quitarlas y apartarlas. Hay que mirarlas. Hay que decir, sí, te reconozco, estás dentro de mí y vienes conmigo en mis pasos presentes. Pero ten por seguro que no estarás en mis futuros. Pero da miedo. Da miedo darse cuenta de las diferentes capas que llevas encima. Da mucho miedo mirarlas y decirles... eres mía.
Pero... digo yo.. habrá que hacerlo...
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